lunes, 8 de junio de 2009

CHAPTER V


Y entonces se dio cuenta que no había nadie.

Los sueños son solo eso... sueños.

Si quería ir "allí", tendría que seguir sola... de la forma que sea...


3 comentarios:

  1. El viejo sabio miró al príncipe sentado opaco y cansino en un sillón lejos del trono.

    - Dónde está tu brillo?- Le preguntó.

    - Dónde está mi batalla, mi peligro, mi anhelo por recompensa?

    El anciano vio al que tenía todo. Pensó tristemente.- Estás en la meta, sin haber corrido.

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  2. Esa foto está increible, como te gusta el rojo eh.

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  3. Cuatra mañana. Cuatro noches mal dormidas, soñando cosas muy extrañas, y despertando asustado en horas de plena oscuridad sin ninguna explicación. La lluvia de los últimos días no lo habían perturbado pues en ese lugar llovía muy seguido y estaba acostumbrado. No sabía que pensar. Decidió acudir al sacerdote en busca de consejo esa misma tarde. Quiso ir a verlo a su casa en el pueblo, pero una vez allí nadie contestó a la puerta. Una niebla muy oscura se movía por las calles esa noche, igual que sucedió las ultimas cuatro noches. Desde su aparición los campesinos llevaban la cuenta de dieciséis personas desaparecidas. La caída del sol volvía al pueblo un lugar sin presencias humanas. Aunque el jóven no sabía de tales acontecimientos, comenzó a correr a toda prisa para salir del pueblo presa de un terror que no podía explicar. Los últimos rastros de luz se esfumaban. Se detuvo un momento para encender un farol de aceite que llevaba consigo. Reanudó la marcha, con el farol en su mano agitándose frenéticamente por la carrera del joven. Corría tan rápido como le era posible, y al doblar en una calle chocó con una carretilla que alguien había abandonado a mitad del camino, precipitándose al suelo donde el farol estalló en un golpe seco, encendiéndose el aceite sobre el suelo. Se levantó y contempló el silencio un momento con la luz de la llama. Nadie en las calles, ni siquiera los mendigos... algo andaba mal. En el silencio del crepúsculo, un leve tintinear metálico sonaba perdido en la calle, precisamente en la dirección desde la que el había llegado. Reanudó su paso, algo golpeado pero el miedo no le permitía aún sentir el dolor. Saliendo del pueblo volteó para ver que sucedía, pero no logró ver más que una espesa niebla, más oscura de lo que hubiese visto jamás. El sujeto no era muy veloz pero en cambio era astuto. Se internó en el bosque buscando perder a quien pudiera estar tras sus pasos, y aunque no había visto a nadie sentía su presencia como uno siente el frío o el calor. ÉL sintió frío. Un frío inexplicable... Probablemente efecto del sudor que el terror provacaba en su cuerpo.O tal vez no. Se apartó de los caminos, internándose en las marañas herbóreas de los lugares más difíciles, donde la vegetación era muy tupida y podía ocultarse mejor. Entonces se detuvo y contempló otra vez el silencio. La oscuridad ya era absoluta, y se encontraba lejos del pueblo ahora. El cielo estaba cubierto, pero él ya no necesitaba ver, sinó ocultarse.

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